Este es un cuento tradicional húngaro.
Había un ganadero pobre que tenía una mujer, tres hijas y un cerdo. Mataron al cerdo para comerlo y colgaron su vejiga en el desván para que se secara y comerla después. Un día la pobre mujer tenía tanta hambre como para comerse la vejiga, y entonces le dijo a su hija mayor: -"Hija mía, ve arriba al desván y coge la pequeña vejiga que cuelga de la viga maestra para cocinarla". Entonces la hija subió al desván; y al querer cortar la vejiga de la viga maesta ésta le dijo lo siguiente: -"Te voy a tragar, ¡ñam!" Y no lo dijo de broma sino que en realidad se la tragó. Los demás miraban de reojo, mientras esperaban por si la hija bajaba, pero no llegó. Entonces la mujer le dijo a la hija pequeña; -"Sube tú ahora, hija mía. Ve donde tu hermana mayor y dile que me traiga la pequeña vejiga." Entonces la otra hija también subió, miró a su alrededor por el desván pero no vio en ningún lado a su hermana mayor. Entonces se acercó a la chimenea y quiso cortar la pequeña vejiga, pero ésta le dijo: –"Ya me he comido a tu hermana mayor, ahora te voy a tragar a ti también. ¡Ñam!" Y se la tragó. Abajo la pobre mujer seguía mirando de reojo y seguía esperando a las hijas. Cuando ya estuvo harta de tanto esperar, le dijo a la hija menor: –"Sube tú, hija mía, y llama ya a tus hermanas mayores porque seguro que están comiendo de los frutos secos del desván". Al subir la niña al desván, le dice la pequeña vejiga: –"Ya me he tragado a tus dos hermanas mayores y ¡Ñam!, te voy a tragar a ti también". Y se la tragó también a ella. La mujer ya no sabía qué pensar ni por dónde se quedaban tanto tiempo las niñas. Subió entonces con un bastón para llamarlas, y lo hizo de una manera que no se lo iban a agradecer porque les iba a arrancar la piel de la espalda. Al subir ella, le dijo la pequeña vejiga: –"Ya me he tragado a tus tres hijas. Y te voy a tragar a ti también. ¡Ñam! ." Y entonces se la tragó tanto que ni siquiera se le veía el dedo meñique. Después el dueño de la casa, el pobre hombre, que ya se aburría de tanto esperar a sus hijas y a su mujer, subió al desván. Al acercarse a la chimenea le dijo la pequeña vejiga: –"Ya me he tragado a tus tres hijas y a tu mujer. A ti te voy a tragar también. ¡Ñam!" Y no vaciló ni un solo instante sino que se lo tragó inmediatamente; pero como la cuerda que sujetaba la vejiga era mala no aguantó el peso de las cinco personas y se rompió, de modo que la pequeña vejiga se cayó; después se puso de pie y empezó a rodar, y rodó y rodó, y bajó las escaleras hasta el suelo. Cuando salió rodando por la pequeña entrada de la huerta, fuera en la calle, se encontró con un grupo de segadores y se comió a todo el grupo hasta la última persona. Y rodó y rodó y siguió rodando. En la carretera se encontró con un regimiento de soldados. Y se los comió con todos los uniformes. Y todavía siguió rodando y rodando. No muy lejos de allí, en la orilla de un río un pequeño campesino cuidaba sus cerdos. Los cerdos estaban comiendo por todas partes, y el pequeño hombre estaba sentado en la orilla del río con su navaja para cortar pan. –"Ya me he tragado tres hijas con la madre, y a su padre también, luego a un grupo de segadores e incluso un regimiento de soldados. Ahora, a ti te voy a tragar también. ¡Ñam!" Pero al querer tragárselo, la navaja se enganchó en la boca de la pequeña vejiga y la reventó. Y de ella salió en riada toda una muchedumbre de soldados y gente. Después todo el mundo se fue y dejaron allí a la pequeña vejiga rota en la orilla del río. Si la navaja del pequeño campesino no hubiera roto la pequeña vejiga mi pequeño cuento habría durado más. Oliver, 3ºESO
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Abril 2019
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